Casa de muñecas
Todo parecía transcurrir de manera normal. La mujer que me atendió por teléfono tenía una voz dulce y firme y me contó que era coleccionista de muñecas de porcelana y cuadros. La razón por la que las vendía era para poder comprar otras y así seguir con su negocio casero de compra-venta de objetos de segunda mano. La muñeca que había visto en Internet era preciosa, rubia y con los ojos azules y enormes. No sé si se trataba de la luz pero parecía emitir destellos con la mirada, como si estuviera viva y en su mano derecha sostenía un ramillete estival de flores amarillas. La quería para mi hija. No estaba precisamente boyante económicamente y me pareció un regalo muy adecuado para mi pequeña y para mi bolsillo. A medida que iba recorriendo las avenidas, acercándome a la casa de la mujer, me pareció sentir una presencia tras de mí, como si alguien me siguiera. Me di la vuelta pero solo vi a una mujer vieja cargando con las bolsas de la compra. Tenía la nariz afilada y el cuello lleno de v